«Luna de día» de Martha Canfield: la voz que desgarra la tiniebla

La noche del 11 de septiembre la histórica Casa de Poesía Silva se convirtió en un refugio contra el bullicio de la ciudad. Adentro, un público compuesto por amigos, colegas y antiguos alumnos aguardaba en un silencio expectante la presentación de «Luna de día», el más reciente poemario de la escritora y traductora Martha Canfield. La velada descrita por el director de la Casa, Pedro Alejo Gómez, como un «privilegio», se desarrolló como una crónica íntima sobre el misterio de la creación poética, la dualidad del lenguaje y la libertad soberana de la autotraducción.

I. El comienzo de la velada

Poco después de las seis y treinta de la noche, el salón principal de la casona colonial con estilos repúblicanos que alberga la memoria del poeta José Asunción Silva ya se encontraba expectante recibiendo a los invitados. No se trataba de una concurrencia casual; entre los asistentes se distinguían los rostros de figuras notables de la literatura colombiana, como los escritores Augusto Pinilla y Azriel Bibliowicz, cuya presencia subrayaba el carácter de reencuentro y celebración comunitaria del evento. El ambiente era de una familiaridad cálida, más cercano a una reunión de viejos amigos que a un acto literario protocolario.

La bienvenida estuvo a cargo de Pedro Alejo Gómez, director de la Casa de Poesía Silva, quien con palabras precisas enmarcó la importancia del momento. Calificó la noche como un «privilegio» no solo por la presentación de una nueva obra, sino por la oportunidad de escuchar de primera mano a una figura cuya labor como maestra y académica ha dejado una huella profunda en varias generaciones. Con esta introducción el escenario quedó dispuesto para que la protagonista de la noche, Martha Canfield, tomara la palabra e iniciara una inmersión en su taller creativo, un viaje que comenzaría con la revelación del singular origen de su libro.

II. La génesis: traducirse a sí misma

La primera sorpresa de la noche fue, precisamente, la naturaleza del poemario. Luna de día no es una obra originalmente concebida en español. Su existencia previa bajo el título Luna di Giorno la sitúa como una pieza nacida en italiano, una de las dos lenguas en las que la autora ha construido su vasto universo literario. Canfield relató que la decisión de verterla al español surgió a raíz de una petición editorial. Al no tener un manuscrito inédito en castellano se enfrentó a un desafío que, confesó, nunca antes había acometido: la autotraducción.

Este proceso, explicó, la colocó en una posición radicalmente distinta a la que asume cuando traduce a otros autores, un oficio donde la fidelidad y el respeto por la voz ajena son imperativos. Al enfrentarse a sus propios versos, la traductora rigurosa dio paso a la autora soberana concediéndose una libertad que iluminó su particular visión del lenguaje. «Cuando se trata de mi poesía, bueno, como es mía, obviamente me siento libre de hacer lo que se me da la gana, entonces muchas veces cambio versos que estaban o no originalmente», explicó con una franqueza que generó una ola de sonrisas cómplices en la audiencia. Esta declaración no era una simple anécdota; era una profunda reflexión sobre la naturaleza fluida de la creación donde un poema nunca está del todo terminado y puede renacer distinto y a la vez el mismo en otra lengua.

Este acto de traducción personal sirvió como punto de partida para explorar su bilingüismo creativo. Canfield no es una escritora que elige un idioma de manera premeditada; es el idioma el que parece elegirla a ella dependiendo de la naturaleza del tema o de la urgencia de la emoción que busca expresar. «Surge en italiano o surge en español», detalló, describiendo un proceso casi orgánico. Con un corpus de siete libros en español y cinco en italiano, su obra se erige como un archipiélago de dos lenguas. Un testimonio de una identidad forjada en el tránsito constante entre su Uruguay natal y su Italia ancestral y adoptiva.

III. El oficio del poeta: un acto de escucha

Una vez establecido el origen del libro la conversación derivó hacia el núcleo mismo del misterio poético: el acto de la creación. Con una lucidez pedagógica, Canfield se distanció del arquetipo del poeta metódico, «muy consciente y racional», aquel que somete su inspiración a horarios y a una corrección incesante. En su lugar se identificó con una estirpe de creadores para quienes la poesía es, ante todo, un acto de escucha, un ejercicio de receptividad a una fuerza que los trasciende.

«Otro es el poeta que en realidad no es consciente, es mucho más inconsciente que consciente. La poesía le surge. Hay una voz interior que se deja oír y el poeta la escucha y la transcribe», afirmó con una convicción serena. Al decirlo, evocó la figura de su amigo el escritor Álvaro Mutis de quien relató que «escribía cuando la voz interior le hablaba». Para Canfield la poesía es esa escucha, una rendición a una revelación que llega para iluminar desde adentro. Esta concepción encontró un eco perfecto en las palabras de la poeta Luz Mary Giraldo encargada de la presentación de la obra, quien citando a la propia Canfield definió el momento previo al poema como «una larga tiniebla, (…) cada palabra que encontramos va abriendo la tiniebla, la hiende, la desgarra». La poesía, entonces, no es tanto una construcción como un descubrimiento, la luz que emerge de esa grieta abierta en la oscuridad.

IV. La lectura: un viaje por la palabra

Las luces del salón parecieron atenuarse cuando Martha Canfield abrió el libro para iniciar la lectura. Lo que siguió fue la materialización de su teoría: su voz, pausada y clara, se convirtió en el vehículo de esos versos que alguna vez escuchó en su interior. La lectura fue un recorrido cronológico por las ocho secciones que estructuran Luna de día, un viaje guiado por la propia autora a través de su paisaje emocional e intelectual.

Luz Mary Giraldo había descrito previamente la obra de Canfield como un extenso «viaje por la vida, un viaje por la palabra» que recorre ausencias, nostalgias, el amor y el exilio. La lectura confirmó esta apreciación. Se escucharon los poemas de Serie Verde, definidos como «brevísimas iluminaciones, saetas instantáneas», versos que capturan la esencia de un instante, como aquel que reza: El cielo gris inevitable presagio de tormenta / y una alegría loca de caer tumultuosamente con el agua.

El público transitó por el amor contenido y sutil de la sección Del Amor y del Olvido, con poemas como Navegar en el aire, que exploran una comunión que va más allá de lo físico. Se adentró en la enigmática figura del ángel en Diálogos con el Ángel, donde la poeta no busca consuelo, sino que interpela a ese ser alado sobre «el dolor, la traición y la búsqueda de una nueva palabra que no sea Dios», llevando la reflexión espiritual a un terreno de una honestidad sobrecogedora. Cada poema leído era una prueba de ese tránsito perpetuo entre sus patrias. Desde la honda meditación sobre la conciencia en «El despertar humano», dedicado a Mutis, hasta los delicados haikus sobre la amistad que cierran el libro; como aquel que destila una verdad profunda: Tierna amistad / y puente de la vida, / muerte vencida. El silencio del público durante la lectura era denso, una muestra de la conexión que la voz de la poeta lograba establecer con cada oyente.

V. El cierre: una luz diurna

Al finalizar la presentación, cuando la última palabra quedó suspendida en el aire, los aplausos resonaron largos y cálidos. No solo celebraban la llegada de un nuevo libro, sino la generosidad de una poeta que había compartido, sin reservas, el mapa de su territorio más íntimo. La velada en la Casa de Poesía Silva fue más que un mero evento literario; fue la crónica detallada de cómo una voz paciente y atenta puede capturar la luz esquiva de una luna diurna y ofrecerla, en forma de verso, como un refugio contra la oscuridad. Fue, en definitiva, la constatación de que la poesía —en su estado más puro— sigue siendo una herramienta fundamental para nombrar el mundo y, al hacerlo, volverlo un poco más comprensible y habitable.

Las poetas Martha Canfield y Luz Mary Giraldo

Grabación de la presentación del libro «Luna de día» de la poeta martha Canfield

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